En una cacerola, calienta la leche a fuego medio hasta que comience a hervir. Retira del fuego y reserva.
- En un bol aparte, bate las yemas de huevo con el azúcar hasta obtener una mezcla homogénea y cremosa.
- Agrega la harina tamizada a la mezcla de yemas y azúcar. Mezcla bien hasta que no queden grumos.
- Vierte lentamente la leche caliente sobre la mezcla de yemas, azúcar y harina, removiendo constantemente para evitar la formación de grumos.
- Coloca la cacerola nuevamente en el fuego a fuego medio-bajo y cocina la mezcla, sin dejar de remover, hasta que espese y adquiera la consistencia de una crema. Esto puede tomar unos 10-15 minutos.
- Retira la crema del fuego y agrega la esencia de vainilla y la ralladura de limón. Mezcla bien para incorporar los sabores.
- Vierte la crema en un recipiente rectangular o cuadrado, previamente engrasado, extendiéndola uniformemente. Deja enfriar a temperatura ambiente y luego refrigera durante al menos 2 horas para que tome consistencia.
- Una vez que la crema esté fría y firme, córtala en porciones cuadradas o rectangulares.
- En una sartén grande, calienta suficiente aceite de oliva suave para freír a fuego medio-alto.
- Pasa cada porción de crema por harina y luego por huevo batido.
- Fríe las porciones de crema en el aceite caliente hasta que estén doradas y crujientes por ambos lados. Retíralas con una espumadera y colócalas sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite.
- Espolvorea las cremas fritas con azúcar glas y, si lo deseas, añade un poco de canela en polvo para darle un toque extra de sabor.
- Sirve las cremas fritas de inmediato mientras están calientes y crujientes. Puedes acompañarlas con helado, crema inglesa o simplemente disfrutarlas solas.
¡Y ahí lo tienes! Una deliciosa crema frita al estilo cántabro. ¡Disfruta de este dulce postre tradicional y sorprende a tus seres queridos con su sabor irresistible!
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