El Racing visitaba el Nuevo Mirandilla con la ambición de sumar tres puntos que lo afianzaran aún más en lo más alto de la tabla, mientras que el Cádiz buscaba engancharse de una vez por todas al tren del playoff. Y el partido, vibrante de principio a fin, acabó confirmando por qué el conjunto cántabro es hoy el equipo más temible en ataque de la categoría.
El encuentro empezó como la peor de las pesadillas para los de José Alberto. El Cádiz encontró la espalda de la defensa racinguista dos veces en apenas diez minutos, dos zarpazos que dejaron al equipo malherido. En el minuto 5, Dwada adelantó a los locales; en el 15, Roger firmó el 2-0 después de otra acción mal defendida. Un cuarto de hora y el Racing ya veía cómo el partido se le escapaba entre los dedos.
Pero cuando peor pintaba la tarde, emergió Iñigo Vicente. El mago de Derio se echó al equipo a la espalda y empezó a insistir, a pedirla, a generar. Y en el minuto 20, pescó un balón suelto dentro del área y, con una mezcla de pausa, precisión y talento al alcance de muy pocos, colocó el balón donde quiso. Un golazo marca de la casa que devolvía la vida al Racing y apagaba la euforia gaditana.
A partir de ahí, la primera mitad se convirtió en un ida y vuelta constante, sin control, sin centro del campo y con continuas transiciones. Jokin Ezkieta, con una parada magnífica, evitó el tercero del Cádiz y permitió que los cántabros alcanzaran el descanso solo 2-1 abajo.
En la reanudación, el Racing salió con más orden, aunque sin llegar a dominar del todo. El duelo seguía abierto, imprevisible. Hasta que en el minuto 63 llegó una jugada marca de la casa, en la que el balón pasó por todos y Maguette fue el hilo conductor. Este metió una vaselina que Peio Canales bajó de cabeza, y Andrés la empaló de primeras para poner el 2-2. Golazo del “11”, que volvía a ver puerta dos meses después y, lo más importante, empataba un partido que había nacido torcido.
Con las tablas, ambos equipos comenzaron a protegerse. El punto era valioso, pero el Racing fue el único que quiso algo más. Ese riesgo generó alguna pérdida evitable, pero también la sensación de que el encuentro podía caer de su lado en cualquier momento.
Y cayó. En el minuto 93, cuando todo apuntaba al empate, Suli puso un balón al área y Andrés, otra vez él, apareció para empujar el 2-3 que silenció al Mirandilla y desató la locura en la grada visitante. El delantero firmaba su doblete y el Racing completaba una remontada épica en un escenario de altura.
Tres puntos de oro que, unidos a la derrota del Depor en Riazor, colocan al Racing líder en solitario. Fue un partido de contrastes, una montaña rusa emocional en la que la defensa volvió a mostrarse frágil, pero en la que la delantera —la más potente de la categoría— volvió a marcar diferencias. Ya son 40 goles los que acumula el equipo, cifras que impresionan y que alimentan la ilusión en Santander.
Los cántabros se quedan a solo tres puntos de igualar los 38 con los que cerraron la primera vuelta el curso pasado… y aún con cuatro partidos por disputar. No es casualidad: este Racing, pese a sus lagunas atrás, juega a algo muy serio.
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