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Plaza del Ayuntamiento concurrida

Capítulo 1: El Destino Macabro

La pequeña localidad de Ramales de la Victoria, enclavada en medio de un frondoso bosque, había sido hogar de numerosas historias de terror a lo largo de los años. Pero ninguna era tan macabra como la leyenda del Tren Fantasma. Durante décadas, los residentes habían susurrado sobre los horrores que ocurrían en la antigua estación abandonada al final de la línea. Los valientes aventureros que se atrevían a adentrarse en sus oscuros pasillos nunca regresaban, y se decía que el espíritu vengativo de los pasajeros muertos los acechaba en la oscuridad.

Daniel Reynolds, un periodista intrépido y aficionado a las historias sobrenaturales, se sintió irresistiblemente atraído por la maldición de Ramales de la Victoria. Atraído por el misterio, decidió investigar a fondo y contar la historia definitiva sobre el Tren Fantasma en un libro que lo catapultaría a la fama. Sin embargo, estaba a punto de descubrir que había adentrarse en un mundo de terror inimaginable.

Tras días de investigación, Daniel finalmente llegó a Ramales de la Victoria. La estación abandonada se alzaba majestuosamente a lo lejos, como un relicario olvidado en el tiempo. El viento susurraba entre los árboles, y el aire estaba cargado de una tensión palpable. Con cada paso hacia la estación, Daniel sentía cómo su corazón se aceleraba y su piel se erizaba.

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Al entrar en el vestíbulo oscuro y desvencijado de la estación, el aire se volvió frío y denso. Una extraña sensación de ser observado lo invadió, y el sonido distante de un tren llegó a sus oídos. Sin embargo, sabía que era imposible, ya que la línea había dejado de funcionar hace décadas.

Decidido a no dejarse intimidar, Daniel siguió adelante. Con su linterna en mano, comenzó a explorar los pasillos sombríos y llenos de polvo. Las ventanas rotas permitían que la luz de la luna se filtrara, proyectando sombras siniestras en las paredes descascaradas.

De repente, un crujido resonó en la distancia. Daniel se detuvo y escuchó con atención. El sonido se hizo más fuerte y se fusionó con un siseo inquietante. El tren fantasma estaba en marcha.

Con el corazón en la garganta, Daniel siguió el sonido hasta llegar a la plataforma. Allí, emergiendo de la oscuridad, apareció una locomotora cubierta de herrumbre. Las ventanas estaban rotas y las luces parpadeaban de manera siniestra. Daniel se preguntó cómo era posible que un tren abandonado y sin funcionamiento pudiera moverse.

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El tren se detuvo frente a él y las puertas se abrieron lentamente, como invitándolo a subir. Una mezcla de fascinación y terror se apoderó de él, y antes de que pudiera resistirse, se encontró caminando hacia el vagón más cercano.

El interior estaba oscuro y lleno de sombras

danzantes. Daniel se adentró con cautela, sintiendo que cada paso lo acercaba más a su destino macabro. A medida que avanzaba, comenzó a escuchar murmullos susurrantes y risas frenéticas.

De repente, las luces parpadeantes se encendieron y revelaron la visión más horripilante que Daniel había presenciado jamás. Los pasajeros del tren fantasma estaban allí, sentados en sus asientos destartalados, con rostros demacrados y ojos vacíos. Sus ropas desgarradas y ensangrentadas revelaban heridas grotescas y mutilaciones.

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Daniel sintió una mano helada posarse sobre su hombro y se volvió para encontrarse con la mirada penetrante de un hombre alto y pálido. Su sonrisa era más aterradora que cualquier cosa que hubiera imaginado.

“¡Bienvenido al Tren Fantasma de Ramales de la Victoria!”, susurró el hombre con una voz que resonaba en los huesos de Daniel. “Eres el siguiente en unirte a nuestra macabra compañía”.

El periodista intentó huir, pero las puertas del vagón se cerraron violentamente, atrapándolo en su interior. La locomotora rugió y comenzó a moverse a una velocidad vertiginosa, atravesando el bosque como una bestia enloquecida.

Daniel se aferró a un asiento, mientras las almas atormentadas del tren fantasma lo rodeaban, riendo y susurrando palabras ininteligibles. A medida que el tren avanzaba, las ventanas mostraban imágenes horripilantes de muerte y desesperación, como si el pasado oscuro de Ramales de la Victoria se hubiera materializado ante sus ojos.

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El tiempo se distorsionó y los minutos se convirtieron en horas interminables. Daniel gritó en agonía, rogando por su liberación, pero sus palabras se perdieron en el viento aullante.

Finalmente, el tren se detuvo abruptamente, como si hubiera llegado a su destino final. Las puertas se abrieron y Daniel salió temblando. Se encontraba en un antiguo cementerio, rodeado de lápidas cubiertas de musgo y cruces inclinadas.

En el centro del cementerio, se alzaba una tumba enorme y decrépita. La inscripción en la lápida hacía que el corazón de Daniel se hundiera aún más: “Aquí yace Daniel Reynolds, el periodista valiente que desafió el Tren Fantasma de Ramales de la Victoria”.

El horror se apoderó de él mientras entendía su destino final. Había sido arrastrado al inframundo por el tren maldito y se convertiría en parte de su siniestro legado.

Y así, el Tren Fantasma de Ramales de la Victoria continuó su viaje eterno, atrayendo a nuevas almas para su condena. La leyenda seguía viva, perpetuándose en la oscuridad de aquel bosque tenebroso, donde los valientes aventureros nunca regresaban y el terror se convertía en realidad.

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Añadir locución de la historia justo aquí 

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